Fumigaron con miedo, ultrajando hasta las palabras.
Canjearon impunidad por unos cargos.
El tintero siguió siendo de sangre.
Las calles enmudecidas, relatos perdidos.
Civiles jugando de mantequita.
El cura se murió con el credo en la boca y sin los muertos en la conciencia.
Nosotros sin los nuestros,
levantando pedazos de sueños, sin venganzas,
armando la historia sin amnesias.
Fotografía: Luciana Cano |
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